sábado, 7 de septiembre de 2013

The Chalk Garden (Ronald Neame, 1964)

Mujer sin pasado

Una anciana busca una institutriz para su nieta Laurel (Hayley Mills), una adolescente caprichosa y rebelde, cuyas anteriores tutoras apenas duran unos días en el cargo. Sin embargo, un día aparece en sus vidas una misteriosa mujer, Miss Madrigal (Deborah Kerr), que mantendrá a raya a la muchacha, aún a costa de que descubra su oscuro pasado... (FILMAFFINITY)

1964: Nominada al Oscar: Mejor actriz de reparto (Edith Evans)

Drama psicológico realizado por Ronald Neame (1911-2010). Escrito por John Michael Hayes, adapta la obra de teatro “The Chalk Garden” (1955), de Enid Bagnold. Se rueda en escenarios exteriores reales de Brighton y Eastbourne (Inglaterra) y en los platós de MGM British Studios (Borenhamwood, Inglaterra). Producido por Ross Hunter (“Su gran deseo”, 1953) para MGM, se estrena en abril de 1964 (RU). La acción dramática tiene lugar en 1964 en la finca Belfontain (Sur de Inglaterra), propiedad de la anciana Sra. St. Maugham (Evans), que reside en ella durante los tres meses de verano.

Los protagonistas son la institutriz Madrigal (Kerr), de unos 40 años, sin familia y sin amistades conocidas, de pasado oscuro, temperamento sensible y enigmática, educada y atormentada interiormente, con signos de un cierto grado de claustrofobia, que se pone de manifiesto a través de su aversión a las cerraduras y a los espacios cerrados. La anciana Sra. Saint Maugham, de 75 años, posesiva, mandona, inflexible y testaruda, ha tomado a su cargo a la nieta Laurel (Mills). El mayordomo de la casa, Maitland (John Mills), también es el posadero de la finca. Es viudo, solitario y aficionado a la lectura. El juez Mewhirrey (Sellars) es amigo de juventud de la Sra. St. Maugham y consejero suyo. Laurel, de 16 años, es caprichosa, rebelde y voluntariosa. Tiene aficiones detectivescas y siente atracción por el fuego (piromanía).

El guión desarrolla un relato dramático que se presenta bien estructurado y ordenado con claridad. El drama emerge y avanza gradualmente en un crescendo bien administrado, que culmina en una secuencia de gran fuerza, resuelta satisfactoriamente gracias a la soberbia interpretación del elenco protagonista, especialmente de Deborah Kerr. Ésta entrega un trabajo difícil y complejo, que ejecuta con contención, mesura y precisión. El gran trabajo de Kerr constituye uno de los principales atractivos del film. Se ve secundada adecuadamente por la expresividad de Edith Evans, que a sus 75 años conserva un vigor y frescura admirables, que le valieron una justa nominación al Oscar a la mejor actriz secundaria. Cumple con corrección John Mills, padre real de Hayley Mills, que aporta elementos de una de las subtramas del relato. Hayley Mills trabaja con convicción y entrega, pero con componentes de sobreactuación que contrastan con el clima general de equilibrio, sobriedad y moderación que caracteriza el film.

La obra explora un drama psicológico planteado con coherencia y riqueza de matices, que explica con palabras llanas y sin tecnicismos para que su contenido, dimensiones y profundidad queden al alcance del público medio. Lo refuerza con apuntes dramáticos adicionales que, en diversa medida y a través de subtramas explícitas o sólo sugeridas, afectan prácticamente a todos los protagonistas, incluidos la Sra. Maugham, el mayordomo y Oliva, hija de la señora y madre de Laurel.

Al servicio del relato se hace uso de símbolos y analogías: el jardín de arena y yeso, la figura escultórica de Diana cazadora, el cuadro de mariposas disecadas, la colección de figuras de porcelana, el muro inmenso del jardín, las antigüedades de la casa, la playa rocosa e irregular, etc. No faltan referencias cultas dedicadas a Ernest Hemingway (fallecido en 1961), H. G. Wells, Stephen V. Benét, Arthur Conan Doyle y otros. Rinde homenaje al paso de los años y a la vejez que mejora cosas tan diversas como los violines, el buen vino y las amistades de juventud.

Establece una explotación no carente de interés sobre el papel de la verdad, la mentira, la distorsión de la verdad y las dificultades de su justa comprensión en el marco rígido de los procesos judiciales. Hace hincapié en la fragilidad de los adolescentes y las necesidades afectivas que tienen en esta etapa de la vida.

La banda sonora, de Malcom Arnold (“El puente sobre el río Kwai”, 1957), entrega una partitura extensa de carácter dramático con insertos de intriga y tensión. Añade bellos pasajes descriptivos como los temas “Laurel”, “Madrigal”, “La playa” y otros. La calidad de la partitura es elevada, pero no alcanza los niveles de la que dio fama al autor (“El puente sobre el río Kwai”). La fotografía, de Arthur Ibberston, es luminosa, de colores atenuados y de composición equilibrada. Abundan las escenas oscuras y nocturnas, que llenan de emociones los pasajes dramáticos. Las imágenes del litoral junto al mar evocan el paisaje interior de Laurel, indefinido, confuso, resbaladizo y lleno de peligros.

La obra es correcta y equilibrada. Kerr hace un gran papel. La decoración está cuidada hasta el último detalle. La historia trata un tema de interés que no ha perdido actualidad. Luce una gratificante atmósfera natural, exenta de efectos especiales. La narración es realista y focaliza la atención en problemas humanos no ficticios ni artificiosos. El drama respira autenticidad y clasicismo. La obra es entretenida, grata y disfrutable, especialmente para los aficionados a los clásicos modernos. (Miquel, FilmAffinity)

FA 6863

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