viernes, 28 de septiembre de 2012

Eric Rohmer - La collectionneuse (1967)


La coleccionista
Adrien y Jenny forman una pareja estable, pero han decidido pasar el verano separados. Adrien, propietario de una galería de arte, quiere estar un mes tranquilo sin hacer absolutamente nada. Sin embargo al llegar a la casa de campo de un amigo se encuentra con Daniel, pintor conceptual, y a la joven Haydée, una guapa chica con mucho éxito entre los hombres. Ante la actitud aparentemente indiferente de Adrien, Haydée parece aceptar los propósitos de serenidad y descanso declarados por los dos hombres. Poco a poco, sin embargo, Adrien acaricia en su imaginación la idea de que Haydée pretende seducirle, añadiéndolo a su "colección". (FILMAFFINITY)

1967: Festival de Berlín: Oso de Plata - Premio Extraordinario del Jurado


Cuarto de los 6 cuentos morales de Eric Rohmer, escrito y dirigido por él. Se rodó el verano de 1966 en Saint Tropez y alrededores (Francia). Ganó el Premio Especial del Jurado de Berlín. Se estrenó el 2-III-1967 (Francia).

La acción principal tiene lugar en julio/agosto de 1966 en la costa francesa de Saint Tropez, a lo largo de unas semanas. Narra la historia de Adrien (Patrick Bauchau), de unos 30 años, vendedor de arte, estresado tras 10 años de trabajo intenso e ininterrumpido para abrise camino, que desea tomarse un descanso. Su pareja sentimental, Jenny, fotógrafa, decide ir a Londres, donde tiene unos amigos, mientras él acepta la invitación de Rudolf de pasar unas semanas en una villa rural cercana al mar, donde se encontrará con Daniel (Daniel Pommereulle), pintor conceptual. Coincide también con Haydée (Haydée Politoff), una muchacha de unos 20 años, muy atractiva, a la que el uso de anovulatorios le permite mantener relaciones sexuales con libertad y ausencia de riesgos desconocidos hasta entonces.

La película centra la atención en la búsqueda ansiosa de descanso, indolencia, soledad, ausencia de pensamientos, deseos de mirar sin curiosidad y ver sin prestar atención a nada, en un estado de pasividad y de no hacer nada. Sale de casa poco después del alba, cuando regresa Haydée. A penas se ven, pero él se siente fuertemente atraído por ella. Su perturbación se ve incrementada cuando Daniel le ruega que la tome como amante en su lugar. Sin darse cuenta, se siente poseído por extrañas obsesiones que levantan en su ánimo sentimientos contradictorios de deseo y angustia, seducción y temor. Ni él ni Daniel entienden a Haydée, a la que importunan con sus viejos prejuicios machistas, que les impiden concebir la posibilidad de que a una mujer les guste el sexo tanto como a un hombre, lo practique con la misma despreocupación que un varón y no lo asocie necesariamente al amor, del mismo modo que los muchachos de su edad. La obra está narrada desde el punto de vista de Adrien, experto en arte, que usa referencias cultas (Rousseau, Don Quijote, romanticismo alemán, etc.). Es memorable la secuencia en la que Adrien siente pánico ante la posibilidad de ser víctima de una mujer posiblemente alterada emocionalmente por la versión femenina del síndorme de don Juan.

La música reproduce composiciones del momento y melodías tibetanas, exóticas y amables, muy adecuadas. La banda sonora es rica en trinos, cacareos y cantos de cigarra. La fotografía, del gran Néstor Almendros, ofrece una magistral descripción de Haydée en la playa, usa dobles y triples reflejos en espejos y presenta primeros y primerísimos planos de soberbia ejecución. El guión destila sutileza, poesía y fascinación. Los actores improvisan los diálogos a partir de unas ideas de base. La dirección habla de algunos de sus temas favoritos, como amor, fidelidad, belleza, pasión, deseo y obsesiones. No hay una moral sexual masculina y otra femenina. (Miquel, FilmAffinity)
FA 5078

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