lunes, 2 de julio de 2012

Victor Fleming - Captains Courageous (1937)


Harvey Cheyne (Freddie Bartholomew), un caprichoso niño rico que está haciendo un crucero con su padre, cae por la borda del yate, siendo recogido por un barco de pesca al mando de un intrépido capitán (Lionel Barrymore). El pesquero tiene que acabar la larga campaña de pesca antes de llevar al chico a tierra firme. Harvey conseguirá adaptarse a la dura vida en alta mar gracias a su íntima relación con Manuel (Spencer Tracy), un bondadoso marinero portugués que ejercerá sobre el niño una benéfica influencia. 
Capitanes intrépidos cuenta la historia de Harvey Cheyne (Freddie Bartholomew), un niño asentado en un modo de vida cómodo, dado que su padre es un importante hombre de negocios. Tiene todo lo que aparentemente necesita, pero su padre no puede dedicarle mucho tiempo, por lo que demostrará una falta de disciplina y alardes de prepotencia que le harán caer en un malentendido y también caer del barco dónde viaja. En el mar será rescatado por Manuel (Spencer Tracy), un humilde pescador que le llevará a la goleta We´re here, dónde su vida cambiará para siempre. Como anécdota, decir que la canción que canta Manuel con su instrumento (Ay mi pescadito no llores ya más…) me la cantaban a mí de pequeño.
He de confesar que no soy muy amigo de los clásicos. Me dan mucha pereza y más aún si son en blanco y negro. Muchos me parecen muy sobrevalorados, y dan a pensar que hechos en nuestra época tampoco serían gran cosa. Ésta película da a pensar lo contrario, que ya nunca se harán películas así. Es más, creo que, de los clásicos que he visto, si hay uno que se merece estar dónde está, ese es Capitanes intrépidos. El director, Victor Fleming, se basa en una novela de Rudyard Kipling (dicen revitaliza cada página del libro, pero como yo no le he leído…) para relatarnos una de las más emotivas historias de amistad y amor fraternal jamás contadas. Fleming dirigió unas cuantas películas antes de ésta, pero fue Capitanes intrépidos la que le valió la fama y el reconocimiento necesarios para poder realizar films como Lo que el viento se llevó o El mago de Oz, que dudo lleguen al nivel que alcanza esta maravilla.
La historia está ejemplarmente narrada, con un estudio de comportamientos y consecuencias al principio que en su desarrollo alcanzan la perfección. Los personajes están magníficamente retratados, destacando a los dos protagonistas. Freddie Bartholomew, que hace el papel de niño malcriado y uraño de forma magistral y le queda fenomenal. Una de las mejores actuaciones infantiles que he visto. Un joven Spencer Tracy (ganó su primer Oscar por esta película), cuyo papel de pescador humilde también le viene como anillo al dedo. Le dará a Harvey el afecto que su padre biológico le ha negado, pero con discrección, dado el rudo ambiente del mundo pesquero. La relación entre ambos consigue hacerse enternecedora, y Tracy respresenta una especie de modelo de padre y persona a seguir. (...)
El punto más fuerte de la película, aparte del excepcional guión y su progresivo avance (es que es perfecto) y de la relación entre los dos personajes, destacaría la evolución de los personajes, ejemplar. La “transformación” de Harvey de niño quejica y prepotente a un niño más crecido, valiente, honorable y capaz de rectificar ante sus malos actos se nos muestra de forma tan sincera que resulta, pues eso, una evolución ejemplar de personajes. En cierto momento, cuando el personaje de Harvey dice: “Yo quiero quedarme contigo, Manuel”, se produce un torrente de sinceridad que sobrepasa las barreras del cine para llegarnos directamente al corazón. Por eso, yo creo que a uno le es completamente imposible retener las lágrimas en el final (¿por qué tienen los guionistas que ser tan crueles?) y mantenerse al margen de algo que describe el significado de la “emotividad” en su forma más pura.
Al final nos queda una OBRA MAESTRA incontestable, perfecta en todos sus aspectos, tierna donde las haya, que rebosa emotividad y sentimientos a flor de piel con una sinceridad chocante y una carga desbordante de emotividad. Se la ha copiado mucho, y se nota porque reconozco muchos elementos en películas posteriores (e inferiores, claro), pero ninguna ha sabido captar tan bien el sentimiento de amor fraternal como lo hace ésta del 1937. Es una película que llena, permanece ahí en los recuerdos (he ahí el porqué de las obras maestras) con el cariño hacia los personajes intacto. Como único aspecto negativo (por decir algo) sería que tiene que acabar. Que la película tiene una duración establecida y que nos gustaría que durara eternamente, nos gustaría estar ahí, en alta mar, acompañando a Harvey y Manuel. Es una de esas películas que después de verla dan ganas de agarrar la carátula con todas tus fuerzas y gritar: ¡Qué grande es el cine! En efecto, esta película recoge y nos regala esa bendita sensación que es la magia del cine. Imprescindible para todo cinéfilo o cualquiera que quiera disfrutar de la citada magia. ¡Pescaditooooooooo! (Cinematic World)

" Del pan vuestro y la sal de cada día / he comido, y mi sed he saciado con vuestra / agua, con vuestro vino. Os he visto morir, / y he llevado también vuestra existencia. // ¿Hubo algo mis queridos amigos de Ultramar / que yo no compartiera / del ocio o del trabajo, algún dolor / o alegría que yo no conociera? // Ahora cuento, para diversión / de los bien resguardados, vuestras vidas, / como cosa de broma. Vosotros sí sabéis / lo que la broma significa." Rudyard Kipling

FA 4839

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