miércoles, 29 de febrero de 2012

Jean Grémillon - Le ciel est à vous (1944)


EL CIELO ES TUYO

Pierre y Teresa comparten la misma pasión por la aviación. Con coraje y obstinación ellos sacrifican todo por el éxito de su empresa, batir el record mundial femenino de aviación de distancia en línea...
Grémillon es uno de los pocos directores franceses en haber realizado una verdadera obra y es el peor conocido; a lo largo de toda su carrera, marcada por sonados fracasos comerciales, resulta el más intimidado por las reglas de producción comercial. Solo hasta un acontecimiento escandaloso que señaló el punto culminante de sus infortunios y el absurdo del cine francés, Para celebrar el centenario de la revolución de 1848, el Parlamento había decidido la producción de un filme para Grémillon, con Pierre Kast, que escribiría el guión, y en el cual asumiría la dirección escénica. Grémillon se enteró leyendo en el periódico que los créditos habían sudo consignados al financiamiento de las ceremonias solemnes en memoria de Chateaubriand para el centésimo aniversario de su muerte. Esto nos lo prueba lo destacado de aquellas publicaciones, habría podido ser uno de los filmes más bellos de Grémillon, pero se disolvió en la salida de algunos académicos y aquello que se había invertido en un timbre conmemorativo.


Cuando consideramos la obra de Grémillon no hay que perder de vista dos hechos capitales. Ante todo, por su formación Grémillon es un músico. Escribía él mismo la música de algunos de sus filmes (por ejemplo el corto André Masson). Sus estudios fueron dirigidos por músicos como de Indy, que le crearon un gusto por la composición extremadamente rigurosa en la que ciertos motivos se repiten idénticos a lo largo de toda la obra, pero sin invadirla. Contrariamente a una concepción más romántica o beethoveniana, en donde la composición, más arquitectónica, se deja enfocar por la aparición fulgurante y obsesiva de temas que desaparecen definitivamente una vez cumplida su misión. Así es como enGuardianes del Faro o en El amor de una mujer, y menos aún en Amor y Tentación, y presente, casi por su ausencia, en la luminosidad mediterránea deLuz de verano.
El otro hecho es que Grémillon ha comenzado su carrera filmando películas documentales –para la industria o para la RATP (SIC)- y la terminó con un documental: André Masson y los cuatro elementos. Esta escuela de cortometraje le enseñó a no perder de vista el tema, a jamás desviarse, a agotarlo completamente. Que se encuentre frente a un objeto como una lámpara eléctrica o una mesa de albañil, o encare un objeto como la pasión por la aviación o el abandono de un castellano arruinado (El cielo es vuestro o Amor y Tentación), Grémillon adopta siempre la misma actitud: la cámara por delante, ella describe, selecciona y juzga los hechos. Aún entonces Grémillon es lo contrario de un romántico. Podría inventar para sí la fórmula; Realismo clásico. Realismo en el sentido de que el tema de su filme no es más que una pura convención, como las piezas clásicas. Clasicismo en cuanto a la unidad de tiempo (el tiempo de una pasión, o de una acción), unidad de lugar (el mar o los arrabales) y unidad de tema, a las que respeta constantemente. Es decir que Grémillon reúne en si dos tendencias profundas del arte francés: realismo y clasicismo. Opuestas en sí a Renoir, que se definía sobre todo por su realismo y romanticismo.
Pero su clasicismo no implica moderación, rechazo de los extremos o mediocridad. El clasicismo es el tratamiento frío de hechos excepcionales. También todas las películas de Grémillon son realizadas en torno a un héroe.  Mme Gauthier, pequeño-burguesa poseída por el demonio de la aviación; Marie Prieur que prefirió el ejercicio de su profesión, la medicina, en las peores condiciones –en el mar- a una vida ordenada y tradicional que se le ofrecía; el castellano solitario de Amor y Tentación terminará por incendiar su castillo para crear ese trozo de su vida que le faltaba; Patrice buscando en la muerte el camino hacia una vida más fácil que siempre se le negó… esta utilización del héroe no está en contradicción con el realismo. El tema de todas estas películas de Grémillon es precisamente la oposición del héroe a un mudo mediocre. (El cielo es vuestro, El amor de una mujer, Amor y tentación), o un heroísmo más verídico enLuz de verano. (...)
Grémillon salvaguarda en todos sus filmes aquello a que apelaba Gide como “la parte del diablo”. Y si la función de los filmes de Grémillon es también, como dice Pierre Kats, una función constante, esta parte del diablo implica que la constante no se cambie a didactismo. Francés sin ser nacionalista o populista, realista sin ser abiertamente enajenado, narrador sin gratuidad, Grémillon encabeza una de las posibles miradas del verdadero cine.
Podríamos preguntarnos cómo es posible que Grémillon no haya conocido nunca el éxito verdadero de público, en tanto que precisamente nunca cesó de pensar en el público del cine. Que falló por dedicar muchos años de trabajo a cine clubes, que haya contribuido a crearlos y promoverlos, pero se le reconoce finalmente hoy como uno de los dos o tres cineastas más grandes de Francia.
Y es que su obra bajo una apariencia de facilidad, es complicada. Rechaza todas las fórmulas de solución susceptibles de asegurar un éxito inmediato: el culto a las estrellas, guiños de ojo al público, guiones fáciles, aferramientos. Este príncipe del renacimiento, de una cultura universal, valora tanto al público como para proponerle una obra aristocrática. Pero los aristócratas tienden a imponerse con el tiempo. En lo que concierne a Grémillon hoy eso es un hecho. (Jean Grémillon, uno de los grandes cineastas franceses por Jean-Jacques Brochier; selección de Dossiers du cinéma y traducción del francés por Héctor Enrique Espinosa R., tomado de CineForever)

La primera impresión que nos llevamos de un cineasta es de orden espiritual, emotiva, sensible. Me refiero a que podemos hablar técnicamente de sus películas o contar sus argumentos, pero antes que nada sentimos que el tipo que está detrás de cámara nos cae bien o nos cae mal, que esa específica organización de las imágenes nos resulta hospitalaria u hostil. El análisis vendrá después, si acaso nos quedan ganas de analizar una película que nos haya caído mal, tras lo cual lo más probable sea que queramos olvidarla cuanto antes, o vomitarla (la rabia o el odio pueden ser tan o más inspiradores que el placer). Digo esto porque anoche miré por primera vez una película de Jean Grémillon. En realidad, fueron dos: Remorques y Le ciel est a vous. Esta última la vi estimulado por el efecto reparador y estimulante de la primera.
De Grémillon sé poco y nada, o al menos no sé otra cosa que lo que circula por la red. De esos datos dispersos me parecen valiosos estos dos: que murió en 1959, año clave en la historia del cine (francés), justo cuando se venía la Ola, como le pasó a Jacques Becker, y que codirigió una película con Buñuel (Centinela ¡alerta!). En las dos películas que pude ver sorprende la movilidad de la cámara, la alegría de filmar, tanto como cierto orden social (catolicismo incluido) que, por increíble que parezca, no coarta la libertad de los personajes ni desalienta el deseo, pero da sentido a sus actos enmarcándolos dentro de un contexto si bien potencialmente coercitivo, como el propio director se encarga de mostrar, sobre todo protector, cariñoso, filial. En las dos películas hay triángulos, sexual en una de ellas y que juega a serlo en la otra, pero la composición de los triángulos esenciales de ambas películas está dada por el marido, su esposa y el objeto de la pasión. O La Pasión. (...)
Le ciel est a vous es todavía más desconcertante. Porque Remorques no deja de ser un melodrama con sacrificio incluido, pero esta otra oscila entre el desborde pasional del género, la comedia y hasta el cine de aventuras, si tomamos en cuenta el espíritu deportivo de este último, ese afán por ir más allá de los límites (establecer un récord) que es afín al descubrimiento y conquista de lo desconocido. ¿Cómo va a enfrentarnos con lo inédito una película que transcurre en la Francia posterior a la Gran Guerra, protagonizada por un matrimonio que vive de la mecánica, con dos hijos y una suegra gruñona a cuestas? Mediante los aviones. Le ciel est a vous comienza con la mudanza de esta familia desde una zona campestre a la ciudad, debido a la construcción de un aeródromo que ocupará los terrenos en los que tienen su casa. Y los aviones serán la pasión, primero, de ese mecánico sin otra cultura que la de la concreta pericia manual, encarnado por el siempre viejo Charles Vanel (como Walter Brennan en los EE.UU.) y, más tarde, la de su esposa, que habrá de proponerse batir el récord femenino de aviación en línea.
Esta es, de las dos películas, aquella en la que Grémillon aborda la pasión con más transparencia, hablando de ella cuando hace falta (el notable monólogo de Vanel sobre el daño que causa, el posterior del instructor de piano de la hija sobre la necesidad imprescindible de experimentarla) y, sobre todo, desplegándola en el uso de la grúa, con la que abre y cierra la película, además de valerse de ella para instalarse en el aire, elemento en el que se mueven tanto los personajes como sus motivaciones, y que designa desde su título a la misma película y su razón de ser: el encuentro con algún tipo de trascendencia que impulse y justifique nuestras vidas. Este matrimonio la encuentra e, incertidumbres al margen, triunfa, pero hasta ese triunfo tiene su lado oscuro. Grémillon no comete la maldad de sabotearlo pero, sin desteñir el empeño de sus protagonistas, señala la cuota de egoísmo imprescindible que lo anima, así como sus riesgos, lo que no hace más que enaltecerlos. (Texto de Marcos Vieytes, tomado de Hacerse la Crìtica)


"El realista francés lee de corrido, en un libro invisible para los otros, a una realidad que el cine desarrolla ante nosotros con la frescura de la infancia y la precisión del cálculo. Está por confirmarse que no se trata en mí de un naturalismo mecanicista, sino todo lo contrario, de esta belleza que es el máximo de expresión con el máximo de orden. Esta es, creo yo, donde el “hecho” francés resulta capital." Jean Grémillon
FA 4561

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