sábado, 19 de marzo de 2011

Paul Fejos - Lonesome (1928)

Mary y Jim, dos solitarios personajes de la gran ciudad, se encuentran de casualidad en un parque de diversiones. Pasan el día juntos, recorriendo la playa y vistando los juegos mecánicos. De improviso, la multitud y una tormenta conspiran para separarlos. ¿Se volverán a ver?
Aunque ha dirigido ya varios films en su país, son motivaciones científicas las que empujan al húngaro Paul Fejos a embarcarse con destino a América.
Una vez en el país del dólar, Fejos vuelve a sentir la llamada del celuloide y se traslada a Hollywood. Ya en tierras californianas, su primera película como realizador El último momento (The last moment, 1927) le vale al director húngaro la obtención de un prestigio profesional y la firma de un contrato con Carl Laemle Jr. por el que queda ligado a la Universal Pictures.
Con todos los medios e instalaciones de la productora puestas a su servicio, y la destreza técnica que el director húngaro atesora, Fejos experimenta con maestría sobre numerosos procedimientos, tales como sobreimpresiones múltiples, montaje en paralelo y panorámicas ópticas, tratando de utilizar el decorado más conveniente en cada momento.
Con todas esas técnicas, Fejos consigue un nutrido universo visual. Sobre él sitúa una trama simple, que cuenta la vida de dos personas en la gran ciudad, lo que a su vez le sirve de excusa para la construcción de un profundo documento antropológico, desde el que Fejos cuestiona, sin reparos, el modo de vida americano. En Lonesome se evidencian las diferentes tendencias cinematográficas, tanto europeas, alemanas y francesas como americanas, que configuran la estética del realizador húngaro, y con las que logra un lenguaje visual, poético e internacional, que hacen de este dramático e íntimo alegato, una obra irrepetible.
La película se estrena el 30 de septiembre de 1928 en el Colony de Nueva York. Además de la versión muda original, la moda imperante lleva a sonorizar tres secuencias en una nueva versión, cuyo visionado no hace sino constatar que son perfectamente superfluas. (Texto de Luis Enrique Ruiz, tomado de Obras Maestras del Cine Mudo)
FA 3939

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