martes, 11 de enero de 2011

Jean-Luc Godard - Film Socialisme (2010)

El filme se estructura como una sonata en tres movimientos. El primero es un crucero por el Mediterráneo donde se hablan varios idiomas (como en Una película hablada de Oliveira) y donde deambulan personajes como una cantante americana (Patti Smith) o un filósofo francés (Alain Bidou); el segundo se sitúa en una casita y una gasolinera en Francia, donde un niño invidente protagoniza una escena extrañamente bella y perturbadora junto a su madre; y el tercero transita, recurriendo en buena medida al archivo de los horrores del siglo XX, por el itinerario del transatlántico, empezando en Egipto, pasando por Grecia y terminando en Barcelona.
Qué es el cine, algo más que un solo título sacado de un proceloso libro de Bazin; un arte en movimiento a 24 fotogramas por minuto que dialoga inevitablemente con las otras artes, buscando hasta el infinito su propio lenguaje; un estado de ánimo -quién ama la vida-; una expresión, una impostación imposible; un lenguaje dentro de otro lenguaje con quien discutir o con quien pactar solo en plena dialéctica – nada-; un nivel de representación fuera de lo teatral; una mentira, una ensoñación –onírica-; puro entretenimiento, gozo y sufrimiento; un ensayo; una quimera del oro; no es una novela filmada, pero algunas películas pueden pasar por novelas seguramente; una decepción –el cine ha muerto- que se trasforma y trastorna; nada es igual, todo es una copia certificada, o una obra colectiva, pero una obra de autor, o una estratagema que no oculta su originalidad.
Film Socialisme, la historia en tres movimientos – el regreso a Ítaca de Ulises, nadie lo reconoció salvo su perro, este es el viaje, el trayecto que nunca termina, la extrañeza de un mundo extraño, errático, que aún puede ser socializado, el destino y un modelo de vida.
El destino cuestionado por la humanidad siempre a la deriva, no quedan ilusiones en el libro de las desilusiones –leamos a Balzac-, una elegía imposible, melancólicamente contradictoria, derrumbada por los valores que constituyen un pasado -también si nos remontamos al origen: Europa, Occidente- y la incertidumbre del futuro (el horizonte) -el fin de la historia como progreso-, nadie supo valorar y comprender los valores –la tragedia, y la creación de la democracia ateniense-, se dilapidó el futuro pensando en el culto al dinero y no en este como redistribución de la riqueza –un bien público como el agua-, pero ya no se trata solo de economía, sino de los cimientos mismos y las bases de la civilización.
Primer movimiento, un viaje en barco por el Mediterráneo, sus aguas nos traen las leyendas (el oro republicano y las escalinatas de Odessa), también las heridas abiertas, imposibles de cura (Palestina), así la conciencia es también el mundo actual, en el que nos movemos, sufrimos, vivimos (sobrevivimos) -un filosofo da una conferencia en una teatro desvencijado, solitario, sin público, el hombre no tiende hacia el ocio, entendido como conocimiento, sino a la ociosidad de unas máquinas tragaperras, donde los gestos se encuentran mecanizados, alienados, en una palabra, aburridos –el opio del pueblo-; Sodoma en definitiva, el interior de un barco, es un casino que contrasta con la luz solar, una puesta de sol, un amanecer, y el ruido del viento saturado, pero convive con los estruendos rayados, arañados, del sonido de una discoteca-. De esta manera los pasajeros vagan de puerto en puerto, erráticos, a alguna parte, a ninguna parte –la locura-.
Todo es posible, es posible alejarse de la ficción sin jerarquías, y los formatos son socializables buscando la perfección; los jerogríficos, los emblemas, los signos, los ideogramas, las alegorías, los clichés, las descripciones, las metáforas, los conceptos, las ideas, los símbolos, los textos, la poesía, el ensayo incluyendo los intertítulos, las imágenes y su tratamiento y la corrupción de las imágenes y del sonido (música interruptus) entre la saturación y la nitidez, entre el movimiento de cámara como un actor de amor, y la baja definición de un móvil que graba, de la excelsa iluminación, a la baja intensidad de las grabaciones en video doméstico, de una imagen en alta definición (planos monumentales) a una de baja calidad que logra una extraña paleta de colores encendidos, de imágenes nuevamente tratadas hacia la pureza, imágenes inauditas, pura imaginería.
No se sabe o se sabe –especulo- al final de ese viaje (segundo movimiento), o mediante una parada momentánea, de ese viaje, la llegada a una isla, a esa isla, donde parece reconciliarse la unidad familiar, donde parece que lo colectivo, da paso a lo íntimo, donde se abordan los complejos, de la idea de clan -la familia Martin propietaria de un taller-, la soledad frente a la emancipación –aquí se infiltra la ficción y la parodia (el absurdo), no solo mediante la un tanto beckettiana puesta en escena, los diálogos y las motivaciones, sino mediante las situaciones, esos periodistas que quieren filmar la realidad familiar y la familia propiamente dicha-, la extrañeza.
El tercer movimiento funciona como un collage dialéctico entre la incertidumbre y la riqueza histórica del pasado (Egipto, Odessa, Palestina, Helas, Nápoles, Barcelona), la defensa de los escenarios que permitieron las revoluciones bajo los ideales y la llamada de atención sobre la especulación, los ideales populistas (Fascismos, Neoliberalismos, Comunismos, Fanatismos Religiosos, Conservadurismo Tramontano); en ese momento Godard acude a los cineastas, recrea sus imágenes, recupera los fotogramas.
Film Socialisme, sinfonía heterogénea, juego apasionante y apasionado - un barco como un plató sin límite, un taller como un espacio delimitado y reducido- de secuencias que se apoyan en una diferenciación entre lo plástico y la velocidad espacio temporal gracias a un montaje que subvierte la gramática, adoptando definiciones nunca unidireccionales. (Texto de Jesús Miguel Sáez González, tomado de El Paìs)
FA 3744

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