viernes, 24 de diciembre de 2010

Las puertas de la noche (1946 - Marcel Carné)

París, 1945. Tras la liberación de la ocupación nazi, Jean Diego se encuentra con un vagabundo que le predice que va a enamorarse de una bella mujer, pero que las próximas horas que va a vivir serán dramáticas. La profecía se hace realidad y Jean conoce a Marlou, una joven cuyo matrimonio la hace infeliz... Historia pesimista y desesperada sobre el París de la posguerra tras el glorioso verano en el que se logró desocupar a Francia de la presencia nazi.

El joven realizador Marcel Carné asistió a una representación de la Bataille de Fontenoy del Grupo Octubre. Seducido por el humor contundente de las réplicas, pedirá al autor adaptar un guión de Pierre Rocher, Jenny, y escribir los diálogos. Estamos en 1936. Ese encuentro marcará el inicio de una armoniosa colaboración que durará más de diez años y producirá obras maestras como Drôle de drame [Extraño drama] (1937), Le Quai des brumes [El muelle de las brumas] (1938), Le jour se lève (1939) , Les Visiteurs du soir [Los visitantes de la noche] (1942), LesEnfants du paradis [Los hijos del Paraíso] (1945) , Les Portes de la nuit [Las puertas de la noche] (1945), a las que podría añadirse La Marie du Port [La María del puerto] (1949), menos conocida porque Prévert no firmó su participación en la adaptación (de una novela de Simenon) y la realización de los diálogos. En ocasiones se ha afirmado que las imágenes refinadas y estéticas de Carné se acoplan mal con el estilo directo y popular de Prévert. Esta opinión refleja un desconocimiento de la riqueza y variedad de ese estilo, que conjuga humor y poesía, lirismo y fantasía, que da la impresión de ser inmediato y espontáneo, pero es el resultado de un trabajo minucioso. Georges Sadoul ha hablado de “realismo poético” evocando la asociación Prévert /Carné; por su parte, Pierre Mac Orlan dirá “fantástico social”. Estas designaciones reflejan bien la dualidad de esas películas, en las cuales los personajes procedentes de medios modestos evolucionan en los inquietantes y espléndidos decorados de Alexandre Trauner, transportados por la música de Maurice Jaubert o de Joseph Kosma. Ya sea que deambulen en una bruma que los devora, que se refugien en la cima de un gigantesco edificio que los aísla, o que intenten encontrar una salida inmersos en una muchedumbre que los separa, los protagonistas con frecuencia son víctimas de personajes destructores, muy a menudo posesivos y celosos, encarnaciones de una sociedad opresiva. Los diálogos sugieren sin embargo los caminos para la salvación: la solidaridad, la rebelión, el rechazo de las convenciones, el amor en el respeto del otro y de su libertad.
FA 3705

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