lunes, 17 de agosto de 2009

Bajo el sol de satán (Maurice Pialat - 1987)



Adaptación de la novela de Georges Bernanos y Palma de Oro en el Festival de Cannes, Bajo el sol de Satán es el relato de la agonía espiritual del cura Donissan (Gérard Depardieu) y su intento por exorcizar su desesperación compartiendo su desazón con el decano Menou-Segrais (interpretado por el director del film, Maurice Pialat) que inútilmente tratará de reconducirlo por el camino del bien. Donissan someterá su cuerpo a atroces mortificaciones pero no podrá evitar el perseverante acecho del Mal, encarnado en la perversa Mouchette (Sandrine Bonnaire), una joven de 16 años de la que el cura tendrá una premonición funesta; y en el Diablo, en su trasunto humano, que lo asaltará en medio de la noche. Donissan verá abocado su destino a la confrontación sin tregua con lo sobrenatural, entre la santidad y la condena, hasta su definitiva disolución en el sueño eterno..

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Bajo el sol de Satán (1987) invita a reflexionar sobre el estilo tan literario que tiene Maurice Pialat para contar este relato de un cura en crisis, como si se tratara, en la forma, de un retorno nostálgico a la vieja guardia de la imagen liada a la palabra, en lo que queda por recuperar de esta unión cuestionada y cada vez más escondida y temida (cine y literatura), y contra la cual, desde inicios del siglo pasado, el cine viene luchando. No hablo de simples adaptaciones sino de la construcción de personajes que no existen sin "eso" que nos van a decir, la sustancia. Los personajes en esta cinta de Pialat, al hacerse sólo verbo, se vuelven entelequias, tesis sobre los grandes temas de la debilidad humana (la religión, la fe, el pecado, el perdón, la compasión), sobre la forzada diferencia entre bien y mal. La novela de Bernanos cobra vida y Pialat construye una película de carácter anacrónico pero original.

Es muy ingeniosa y conmovedora la manera en que Maurice Pialat nos acerca a los personajes de Bajo el sol de Satán, su película más compleja: por un lado, somos cómplices de las dudas del cura Donissan (Gerard Depardieu), quien vive su propia pasión, un alma en agonía, que no sabe si seguir en la vía que propone su iglesia o ser un apátrida atormentado por sus propias convicciones. Y por otro, estamos presentes en episodios implacables en la vida de Mouchette (Sandrine Bonnaire), una chiquilla de 16 años, promiscua y conflictiva, que no sabe qué hacer para luchar contra su soledad y locura. Pronto ambos se encontrarán pero para transgredir la apariencia de "naturalismo" decimonónico que hasta ese entonces el cineasta había esbozado en sus imágenes.

Bajo el sol de Satán es ante todo un retrato de un cura  atormentado, que se auto mortifica, se lacera, como en la historia de los santos más malditos, al que le duele la humanidad, al que le pesan los rituales de la iglesia y que no encuentra alivio en la ayuda al prójimo. "Ser cura es lo más aburrido",  dice en alguna escena al decano Menou-Segrais (el mismo Pialat), mientras éste lo trata de convencer que ha llegado hasta Dios por sus méritos.

Para comprobar sus designios, para lo cual hizo votos, es que aparece en su camino,  a modo de catarsis, Satán, en forma de vendedor de caballos, quien lo acompaña un trecho en un viaje a pie por los prados en medio de la madrugada. El viaje se vuelve perturbador, sobre todo si tenemos en cuenta el cuerpo desbordado para la túnica de Derpardieu: "soy fuerte y con buen físico, por eso puedo hacer un viaje como éste", dice en un pasaje al diablo, quien le aconseja pasar la noche con él en una cabaña mientras descansa. Satán besa a un Donissan exhausto: "yo beso a todos", dice mientras su víctima hace oídos sordos a su seducción.

Pialat escapa al realismo plasmado en sus otros filmes, para acentuarse en diálogos literarios, casi aforismos, casi proverbios (recordemos que es una adaptación de la primera novela de Bernanos, inspiración también para Robert Bresson), en imágenes de nocturnidad embriagadora, de noches que son aún extensiones del día que se resiste a dormir.

Bajo el sol de Satán no es una película fácil, sobre todo al presentarnos a un personaje fuerte, situado más allá del bien y del mal, como Mouchette, en el polo opuesto de una pueril suicida Mouchette bressoniana.  La cinta está hecha de largas escenas de diálogos, muchos de ellos memorables, que logran sintetizar toda la agonía, la depresión, la decepción.

Uno de los puntos más geniales de esta cinta premiada con la Palma de Oro en Cannes, es aquella donde Pialat filma de manera sencilla, sin efectismo ni pretensiones trascendentales,  una de las secuencias  más salvajes de resurrección que haya visto en el cine, sobre todo porque la realiza Donassin, quien no encaja en el papel de cura precisamente por su tosquedad y su sufrimiento evidente. Un milagro de alguien poco probo.

Moraleja: primero, leer a Bernanos, aunque tengo el prejuicio de que escribe como para folletín, y segundo, Donassin entra en mi ranking de curas malditos, junto al padre Karras. Creo que Pialat sí descansa en paz.

Mónica Delgado www.unacriticapordia.com

FA 1305

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